
El Zorzal según la palabra del Salmón:
Cuando yo era chico, mi padre no se adornó demasiado contándome anécdotas, puesto que no es un abonado a la nostalgia, y entiendo que es la dinámica vital que eligió. No es que le faltaran historias: fundó un partido político, escribió varios libros de profundo sentido nacional, cultural y poético, crió a sus hijos en la tolerancia, el ateísmo y el feminismo, entre muchas otras cosas que hizo. A los 4 años mi padre era un socialista que leía el diario entero, todas las páginas. Con el tiempo llego a ser secretario de Pablo Neruda para cuestiones humanitarias y republicanas. Tiene tres libros sin terminar. Entre todas estas experiencias, lo que sí quiso contarme fueron dos historia que involucran a Gardel, y me gusta evocar hoy el recuerdo del velorio de Carlos: fue la primera vez que mi padre vio llorar a dos hombres adultos a la vista de los demás, que lloraban en la despedida de nuestro más emblemático y genial artista.
Sentado para escribir un texto sobre la extraordinaria figura (y la igualmente extraordinaria obra) de Carlos Romualdo Gardel, busqué en el diccionario palabras que sirvan como introducción descriptiva a nuestro emblema universal, cosmopolita, iconoclasta y musical. Estas son algunas de las que considero apropiadas, y espero que sirvan para que cada uno encuentre sus 50 motivos para amar al hombre, al artista de la Paramount, al símbolo, al gran cantante, a creador de las más bellas melodías… Ahí van:
Elegante, estiloso, impecable, garboso, refinado, señorial, residencial, selecto, talentoso, perspicaz, avispado, magnifico, incomparable, positivo, refrendado, verdadero, simbólico, atestiguado, lírico, elegíaco, idílico, mundano, mundial, sofisticado, eterno, perpetuo, imperecedero, constante, inacabable, sempiterno, inconformista, revolucionario, hereje, insaciable, ávido, magistral, armonioso, afinado, definitivo, universal, total, único, iniciador, proyectista, promotor, altísimo, dios… Zorzal. Criollo. Son algunas.
Cuando llegué a Madrid, como el ávido consumidor de discos y música que soy, encontré álbumes de Carlos Gardel que no había visto nunca en nuestro país. Era un Gardel “temático”, cantando tangos que no forman parte de lo más escuchado de su repertorio, ese que corresponde principalmente a las películas y las canciones que escribió con Alfredo Le Pera, genial letrista, que acompañó a Carlos en su transición a la leyenda en aquel vuelo de la muerte en Medellín. Estos discos, posiblemente editados en Francia, reúnen grabaciones poco conocidas de Gardel, recopiladas según el contenido: caballos, naipes, cuestiones marginales, apuestas en general, cabaret, bulines nocturnidad, alevosía, cuchillos, etc. También me llamó la atención el amplio espectro de autores interpretados: letristas no habituales, mujeres y apellidos judíos contrastaban con el panorama mayormente italianófilo del establishment tanguero. Sirve este descubrimiento para ampliar el espectro del ídolo, que es más que aquel que alumbró al mundo con su sonrisa y una serie de canciones inolvidables, entre las que se destacan… Todas. El repertorio de Gardel y Le Pera es francamente extraordinario: sus canciones poseen una belleza emocionante. Escucharlas debería formar parte de nuestra educación permanente.
Cuentan que Charles Romuald nació “Gardes” en Francia, y que tenía documento uruguayo. También dicen que sabía ganarse el pan y que fue bandido con prontuario. Cuentan más cosas que no tendrían por qué afectar la memoria intacta de nuestra incontestable leyenda. Carlos Gardel reinó en Buenos Aires asociado con su gran dúo que marcó época. Solamente la proyección al internacional de Carlos y su introducción al mundo del cine fueron más grande que la reunión Gardel-Razzano. Ese fue el final del dúo, porque Carlos (nunca digas Carlitos), fue tentado a abrirse como solista en tours por Europa y, posteriormente como protagonista de películas y giras mundiales, en una de las cuales (la primera en aviones) terminaría aparentemente su vida. Porque aún existen leyendas urbanas que harían suponer que sobrevivió en una silla de ruedas hasta que murió anciano en un pueblo de Cataluña, donde hay una tumba con su nombre.
Según mi modesto entender, el tango que sobrevive de estos años del dueto es “Mano a mano”, firmado por ambos (Razzano y Gardel) y Celedonio Flores. Es un tango con más lunfardo y una historia prostibularia que subyace claramente en el texto. Un tango milonguero, rioplatense y cafiolo. Probablemente haya sido la generación de Gardel la que le puso letra al tango, que antes era milonga bailable. Él le dio dimensión de canción melodiosa y sentimiento, y generó el cruce de caminos entre la canción y el compás criollo. Si antes el tango se podía bailar, después de Gardel (y otros contemporáneos como Magaldi Corsini) se pudo cantar, sentir y llorar.
La gran pregunta que merece permanecer sin respuesta es: ¿Quién inventó a quién? Gardel al tango o el tango a Gardel? Así de grande es. Soy un mal entendido: cualquiera puede encontrar más datos en el teléfono galáctico en cinco minutos. Los invito a hacerlo, y a redescubrir la grandeza de nuestro inalcanzable artista argentino nacido en Francia. ¡Que viva Carlos Gardel!
Andrés Calamaro.

#Los 10 mejores tangos de Gardel:

#10 – «Canchero»
#9 – «Muñequita brava»
#8 – «Por una cabeza»
#7 – «Bandoneón arrabalero»
#6 – «Golondrinas»
#5 – «Rencor»
#4 – «Mano a mano»
#3 – «El día que me quieras»
#2 – «Yira Yira»
#1 – «Volver»
a Contrapelo.