Jean Ñogor lanzó la colilla de su cigarro con un tinguiñazo. La colilla describió una parábola antes de morir entre las baldosas, ocasión en que Jean Ñogor dijo:
—¿Te habrás dado cuenta que un piropo, para ser eficiente, debe tener una dosis de agresividad?
—No, la verdad es que no me había dado cuenta. Prefiero los piropos tiernos.
—Piropo tierno no es piropo sino mariconada.
—Linda sentencia para que la agarren las feministas y te crucifiquen.
—Las feministas odian los piropos pues los querrían recibir ellas, o no quieren que las minas que se quieren garchar reciban piropos de nadie que no sea ellas mismas.
—Desde ya andá cambiando de tema de conversación, pues luego, como cronista, me debo comer tus mocos y no tiene ninguna gracia: feministas, veganos, ambientalistas, progresistas, liberales, sionistas y todos los demás imbéciles hacen legión.
—Estoy pensando en el piropo más lindo que dije y casualmente se lo dije a la mujer que me dijo el más lindo piropo.
—A ver.
—Me dijo “vivís hablando de Jesucristo y sos flor de hijo de puta”.
Ahí me di cuenta que me amaba.
—No quiero ni preguntar qué te pareció tan amoroso.
—Hay que vivir un amor así para entenderlo.
—¿Y el mejor piropo que dijiste?
—Fue en una reunión aburrida, y en medio de esa nada la miré, sintiendo odio por todo lo sufrido y sintiendo amor por todo lo gozado, y ponderando el fiel de la balanza, le dije “Si no fuera porque estás tan fuerte que te partís en cuatrocientos mil pedazos, hace rato que te hubiera mandado a la putísima madre que te recontra mil parió”. La frase fue eficaz, pues le brillaron los ojos como le brillan los ojos a los niños.
—Eso se lo habrás dicho a La Maldita.
—Efectivamente La Maldita generó mucha literatura, cosa que Las Benditas no generan.
—¿Y eso por qué será?
—¿Qué es más profundo? ¿El día o la noche?
—No se diga más, pero no estoy seguro de publicar este diálogo.
—“Por el camino del exceso se llega al palacio de la sabiduría”.
Marcelo Marchese.