La puta maldita


De lejos intuí que Jean Ñogor estaba en uno de sus días oscuros en que marchitaba las hojas de los árboles por donde pasaba. Intenté darme vuelta y huir, pero ya era tarde, y señalándome con el dedo, como si yo fuera culpable de algo, me dijo, me escupió a la cara, estas palabras.

«Todo hombre tiene en su pasado una puta maldita que nunca lo abandona y aparece en el desayuno, en el almuerzo, a la hora del mate, de la cena, y, castigo eterno, en los sueños. Si se agarra otra conchuda, será para peor, pues la nueva conchuda le recordará a la antigua conchuda, la real puta maldita, en el sentido que comparará la esmirriada nueva conchuda con aquella ampulosa conchuda, y resultado de esa comparación, se pondrá a llorar lágrimas amargas como el agua del mar llamado Mar Muerto.

El deporte favorito de la puta maldita es meterle su garra de brujo azteca, y arrancarle el corazón, que se llevará a la boca para llenarse las fauces de sangre y luego lo arrojará para llenarlo de inmundicias salidas de su cuerpo ¡de las partes más sagradas de su cuerpo! y bailotear sobre él, y luego, con la más afilada de su uñas, grabará cada una de las humillaciones perpetradas, y cada uno de los nombres de los enemigos del corazón despreciable, de todos los hijos de puta con los que fornicó.

Terminado este proceso, le dará el corazón a comer a su perro favorito, y después se hará sodomizar por su perro favorito. Éste es el momento donde el desgraciado despierta, y entonces, espera a que el perro cague los restos de su corazón, que intentará componer, y, tal cual un reloj que no tiene arreglo, volverá a colocarlo en el pecho para hacer como que vive, cosa que sabrá que no es cierta, pues todo hombre tiene en su pasado una puta maldita que nunca lo abandona y aparece en el desayuno, en el almuerzo, a la hora del mate, de la cena, y, castigo eterno, en los sueños.

Marcelo Marchese.


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