«3 poemas» de Robinson Jeffers


“La roca y el halcón”

He aquí un símbolo en el que
muchos trágicos pensamientos
se contemplan a sí mismos.

Esta roca gris, elevándose sobre
el promontorio, donde el viento marino
no deja crecer ningún árbol,

a prueba de terremotos, y gravada
por eras de tormenta: en su cumbre,
un halcón se ha posado.

Pienso que aquí está el emblema
que debes colgar en el cielo del futuro;
no la cruz, no el panal,

sino esto: poder reluciente, oscura paz;
feroz consciencia unida a un desinterés
definitivo;

vida con tranquila muerte, los ojos y los
actos realistas
del halcón unidos al macizo misticismo
de la piedra,

que el fracaso no puede abatir
ni el éxito envanecer.

“Para Helen sobre su pelo”

Tu pelo es largo y hermoso;
es oscuro con mechones
dorados a lo largo de su raudal.

Largo, bonito, líquido, glorioso
es tu pelo, y sedoso,
perfumado con la esencia del verano.

Ten cuidado cuando lo peines,
de noche y de mañana
y sacudas su esplendor.

Te pido que lo peines con cuidado,
pues mi alma está atrapada allí,
enredada en su ensortijada red.

“Fuego en las colinas”

Los ciervos saltaban como hojas que flotan en el viento
bajo el humo, frente a la estruendosa ola de la maleza en llamas;
pensé en las vidas más pequeñas atrapadas.
La belleza no es siempre adorable; el fuego era bello, el terror
del ciervo era bello; y al descender por la pendiente
tras el fin del fuego, un águila se posaba
en la punta de un pino calcinado,
insolente y ahíta, envuelta en las plegadas tormentas de sus hombros
había venido desde lejos por la buena caza,
con el fuego como batidor para atraer la presa; el cielo era
de un azul implacable y las colinas implacablemente negras,
el gran pájaro sombrío dormitaba implacable entre ellas.
Pensé, con dolor pero convencido:
La destrucción que hace bajar un águila del cielo es mejor que los hombres.

Robinson Jeffers.


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