Ayer en la madrugada, la revista digital a Contrapelo fue borrada de internet sin previo aviso.
Indagando en las causas, el sitio de alojamiento contestó que se violaron las normas pero no señaló qué artículo, cuento o poema violó las normas, y tampoco fue demasiado explícito en la norma violada, aunque dio a entender que se refería a la difamación. Un viejo nuevo conocido: el discurso de odio.
La revista tenía textos de su director, Felipe Villamayor, de Jack Kerouac, Julio Inverso, Gustavo Escanlar, Alberto Costa, Andrés Vico, del autor de esta nota, y entrevistas a Aldo Mazzucchelli y Federico Leicht. Algo le molestó a alguien, o una suma de factores molestaron a alguien.
Así que no se dio de baja una revista que se metiera con las cosas de la política y la economía, sino que se dio de baja a una revista que se metía en algo que mueve al hombre en su plenitud: la literatura. Toda una lección para aquellos que dudan del poder de la literatura. Ahora ¿cómo opera la censura y cómo operó esta censura? Aparentemente se censura para que no vuelvas a escribir sobre materia prohibida. A la hora de encarar un asunto, te decís que serás castigado y entonces no lo hacés. Bien, esto es falso. El mecanismo es otro y es más perverso. Se te censura no para que no escribas, sino para que no pienses. Sabiendo que serás censurado, a la postre ni siquiera te animás a pensar aquello que sería materia prohibida para el pensamiento.
Con respecto a esta modalidad de censura, es siniestra, pues no te dicen con claridad qué cosa estuvo prohibida. Cuando un castigo no especifica la causa del castigo, se castiga todo lo actuado.
¿Quién estableció esta censura? Un sitio que está quién sabe dónde ¿Con qué derecho? Con el derecho que le da ser un sitio que está quién sabe dónde. Andá a reclamar. Esto es igual que esos videojuegos que producen más ganancias que la industria del cine y la música reunidos, que se producen quién sabe por qué personajes y quién sabe dónde, y que entran a nuestro País sin control ninguno, como el fluido que tenía el último pinchazo. No hay control. No ejercemos el poder para controlarlos. Hacen lo que quieren. Ellos tienen el control.
Esta censura viene a alertarnos una vez más sobre el peligro digital. El dinero es digital, el voto es digital, las revistas son digitales. El poder digital ya lo hubieran deseado los tiranos del pasado: apretando un botón, te liquidan.
Tengo fuertes sospechas sobre qué textos motivaron el fin de a Contrapelo. Dos textos de Felipe Villamayor. El primero, donde usaba de todos los picantes de oriente y occidente, atacaba la mentalidad y metodología imperante en la Facultad de Información y Comunicación, uno de los tantos vectores de la ideología de género. El segundo describía a ciertas periodistas surgidas de nuestra aristocracia, formateadas en universidades privadas, que tienen el camino expedito en los pasquines que ejercen la dictadura mental. El primero fue tan resistido, que Felipe fue llamado al orden por la autoridad y terminó abandonando sus estudios, quedándole cuatro exámenes para obtener el título. La Facultad de Información y Comunicación sanciona a un estudiante que ejerció el arte de la información y la comunicación. El segundo, acaso provocó la ira de una o varias periodistas, y acaso, pruebas no tengo, pero sí tengo una poderosa intuición, apelaron al recurso preferido de los periodistas: la censura. Dudar de la censura, después de una vida y después de estos últimos años, sería propio de oligofrénicos.
¿Alguien dirá algo sobre este despropósito? Nadie, o muy pocos. Rinde más hablar de la censura en Irán o en tiempos de la dictadura, allá, hace cincuenta años ¿Y la dictadura actual? No, sobre esa, no. Mejor no hablar de eso, pues será más eficiente hablar de eso dentro de cincuenta años. Sin embargo, hay un problema: si esto sigue así, dentro de cincuenta años no tendremos la menor oportunidad de hablar de esto.
Acaso te preguntes qué podés hacer. Lo primero es pensar qué está sucediendo. Luego, observar qué reacciones genera esta denuncia, pero la clave del asunto es preguntarte si estás dispuesto a que nos pasen por arriba unos seres que no sabemos quiénes son y que se han erigido en amos del mundo sin que nosotros los elijamos para ello.
Por lo demás, ya lo sabés, en la época de Cervantes y Maquiavelo, el escritor debía buscar un poder que lo protegiera, aquel a quien dedicaba su obra. Eran tiempos jodidos de Inquisición. Ha vuelto ese tiempo, pero recrudecido por el control digital. Toda nueva época exige una nueva Inquisición para moldear las mentes.
La nueva a Contrapelo saldrá. Su regreso será anunciado aquí en toda la regla. Una buena cantidad de los lectores acumulados por la revista cuyo nombre era sincero, se perderán. Acaso una buena cantidad de nuevos lectores, ahora que la revista ha recibido esta hermosa condecoración, vendrán. Así es la vida, que usa de un cernidor para que el grano grueso quede, y pase el grano fino para cumplir su destino.
Marcelo Marchese.
2 respuestas a “A Contrapelo la primera revista literaria uruguaya censurada desde la dictadura”
Vamo y vamo a contrapelo
Soy uno de la cantidad de nuevos lectores que tendrán luego de ser condecorados. Me enteré que existía la revista gracias a la celebración de la censuradora por vocación de Hannah Paura Lérez y pude acceder a algunos artículos con wayback machine. Arriba!