En estos días tuve la suerte de poder ver varias disciplinas de los juegos olímpicos; salto largo, salto con garrocha, salto ecuestre, saltos ornamentales, natación, lanzamiento de bala, levantamiento de pesas, carreras de postas, de vallas, maratón, entre otras. Y me di cuenta que a pesar de no tener esos físicos privilegiados propios de deportistas de alto nivel, note que también soy un atleta olímpico.
Hace dos o tres olimpiadas atrás, la vida me dio lecciones en muchas de las disciplinas en las que quise competir.
Empecé participando en salto largo pero mis números eran poco aceptados ya que siempre me pasaba de la raya e intentaba saltar las cosas simples de la vida, como una sonrisa, un abrazo o un beso.
En esta disciplina no tuve suerte, ya que fui descalificado por no adaptarme a las reglas y condiciones que ésta tiene.
Así que intenté el salto con garrocha.
No era nada fácil para mí confiar en alguien, mucho menos en una vara a la que tenía que darle todo mi apoyo para poder avanzar y progresar.
No estaba en condiciones de brindarme a nadie, por eso cada vez que lo intentaba caía al suelo sin poder saltar ni un metro, era tan poca la confianza que depositaba en la garrocha que en lugar de usarla como un elemento para impulsarme, la utilizaba para engañarme y creer que podía confiar, pero los resultados fueron negativos.
Cansado y muy lastimado, decidí seguir participando en otros saltos, pero esta vez ecuestres.
Ya que la vara no tenía vida propia no me inspiraba confiaba ni respaldo, así que opte por ir en busca de un ser vivo para que me ayudara a dar una buena presentación en los juegos.
Ahora éramos un equipo, entrenando y sacrificándonos para lograr los objetivos.
Poco a poco el animal me tomaba confianza y me entendía mejor, pero yo no confiaba en mí y al darle las órdenes al caballo lo hacía dudar, el problema no era si tenía vida o no el que acompañaba para saltar, sino que era muy inseguro para brindarle mi corazón a quien sea.
Una nueva disciplina fue descartada, tras sumar un nuevo fracaso.
Intenté con otros tipos de saltos, quise probar en los ornamentales, a ver con qué suerte corría.
Al principio saltaba de trampolines que estaban a medio metro de altura y hacía un clavado simple.
Cuando empecé a ver a los rivales y como era de verdad esta disciplina me di cuenta que no era nada sencillo.
Había que hacer mortales en el aire y para lograr mayor puntuación, hacer paros de manos en la punta del trampolín.
Salté un par de veces cuando la piscina no tenía agua pero soy una persona que no me caracterizo por dar saltos al vacío y mucho menos mortales, no era algo que me gustaba, me daba miedo pensar que algo mortal podía ser algo bueno.
Generalmente me metía a la piscina bien despacio y con cuidado para no sufrir demasiados cambios, experimentar grandes sensaciones, ni aventuras riesgosas.
Por miedoso y por no arriesgar decidí dejar esta disciplina e ir por alguna en la que me sintiera cómodo y no tuviera tanto que arriesgar.
Aprovechando que desde muy pequeño aprendí a nadar, pensé en utilizar esas condiciones para poder lograr el objetivo, ya que nada de lo que venía haciendo me iba bien.
Me fue más fácil de lo que pensé, nada de esquivar, ni saltar, simplemente coordinar mis movimientos y nadar.
Tenía tiempos muy buenos, pero me hundía en problemas personales y ellos perjudicaban mis resultados, llegué a tocar el fondo de la piscina; en lugar de ir hacia delante, me iba hacia abajo por el peso de esos problemas que me impedían moverme con normalidad.
Parecía que lo iba a lograr, pero eran tiempos muy difíciles y no encontraba esa disciplina que me diera las fuerzas suficientes para luchar y estar entre los mejores.
Intente cambiar rotundamente de disciplina y me dedique al lanzamiento de bala.
Se necesita buena masa muscular para poder tener posibilidades, por lo tanto cambié mi alimentación y comencé a consumir muchas proteínas y complementos que me ayudaban a fortalecer dicha masa.
Empecé lanzando objetos livianos de acuerdo a mis limitaciones físicas, como una pelotita de papel, un avioncito, etc.
A medida que fui obteniendo más fuerzas, intenté con otras cosas más pesadas, como una desilusión, bronca, tristeza, elementos que tienen mucho más peso.
Más allá de todo el esfuerzo que hacía en el gimnasio, no podía lanzar muy lejos esas balas, eran tan pesadas que por más músculos y fuerzas que tuviera no podía superar las medidas mínimas.
Tenía los músculos casi que de un fisicoculturista, pero no pude lucirme en el lanzamiento de bala, por lo que decidí hacer levantamiento de pesas.
Era una buena alternativa aprovechando el físico que tenía.
Empecé con kilajes livianos y poco a poco lo fui aumentando, pero cuando quise acordar era demasiado el peso de las palabras no dichas que me impidió seguir intentándolo, las pesas estaban demasiado cargadas por todas esas palabras que se habían guardado en mi alma.
Se me achicaba el número de posibilidades de las disciplinas en las que podía destacarme.
Por eso entrené para el atletismo, carreras con vallas, con posta y maratón.
Perdí demasiado tiempo intentando buscar cual era la disciplina en la que podía rendir bien, así que para las próximas olimpiadas solamente entrené para correr.
Ya no era el mismo atleta que cuatro años atrás, algo había aprendido después de tantos fracasos y caminos errados alguna enseñanza adquirí.
Me dediqué mucho tiempo a entrenar mi físico y mi mente que era la que mayoritariamente me impedía competir.
Pude formar un equipo con el que me sentí respaldado, cómodo y a gusto, con él competí en 4×100 en postas.
Teniendo en cuenta mis antecedentes, siempre que intenté depender de otro no me fue bien, era un desafío muy importante, así que me animé.
Pensé en las personas que había elegido y confié en ellos, me brinde al trabajo, la dedicación y el esfuerzo que le habíamos puesto.
Después de tanto luchar se empezaban a dar las cosas, medallas de bronce para mi equipo, tanto esfuerzo no había sido en vano, la primera medalla ya estaba en casa.
Me dio muchas fuerzas, ánimo y confianza el saber que siempre se puede luchar contra los obstáculos y la próxima prueba era un ejemplo más que gráfico de lo que sucedía.
100 metros valla y vaya si era un desafío importante después de tanto sacrificio.
Arranque en las gateras muy confiado por lo que había logrado en la carrera anterior y en cada valla que saltaba, imaginaba que era cada obstáculo que la vida me había puesto, cada abrazo que no había dado, cada sonrisa que escondía, cada disciplina en la que había caía derrotado y fui superando.
Fue así que me quedé con la medalla de plata, una felicidad enorme invadía mi corazón.
Festejé como debía hacerlo, más allá de que era una medalla de plata, yo la sentía como de oro, después de todo lo que había pasado para llegar a competir a ese nivel.
Quedaba la última competencia que cierra los juegos olímpicos, la maratón de 42 Km.
Salí de la meta con el único objetivo de darme el lujo de aprovechar el momento y disfrutar de todo aquello que se había vuelto en un suplicio tiempo atrás, estaba con viento en la camiseta, ya tenía dos medallas en mi haber, estaba más que conforme con lo que había logrado, solo corría por cumplir y se era posible meterme en el podio.
Empecé trotando suave porque es una carrera de resistencia, había que resistir, como ya lo había hecho antes, luchando y buscando la manera de no bajar los brazos.
En la mitad de la carrera estaba en el pelotón, mis contrincantes no jugaban limpios, es más la muerte que corría con la 666 en el pecho me tiraba alguna zancadilla, pero no pudo derribarme, venia demasiado confiado y luchando por llegar.
Otros competidores como la envidia que corría con la 1017, me empujaba y me quería sacar del camino: “Este quien se cree que es, gana dos medalla y ya no quiere pasar como si nada”. Le comentaba a su compañero de equipo, la desgracia que corría con la 3013 mientras que yo los escuchaba y por afuera los rebasaba.
Sentía que cada vez que superaba a algún contrincante me superaba a mí mismo, no era nada fácil correr con adversario como: la muerte, la envidia, la desgracia, la locura, la desconfianza, la tristeza, entre otros.
Ellos se preocupaban por hacer trampa para descalificarme, sacándome del medio y yo me dediqué solamente a correr dejando atrás todo lo que me había sucedido, con una entrega y confianza única, ya que cada vez estaba más cerca de lograr el oro.
Faltando poco mire hacia atrás, lo único que se veía era la gente que me apoyaba, me alentaba y festejaba con mi camiseta puesta; a los competidores los había dejado muy atrás, pero no afloje, seguí corriendo para poner la vara muy alta.
No lo podía creer después de tanto tiempo lo iba a lograr esa medalla de oro la iba a colgar en mi cuello. No tenía forma de perder, lo único que me esperaba en la llegada era la bandera a cuadros y mi gente para celebrar ese ansiado triunfo.
Rompí el récord de los fracasos y de las oportunidades que no se daban, ahora tengo una medalla de oro, de plata y de bronce, salte los obstáculos que me impedían avanzar, deje parado a esos competidores que luchaban por derribarme, logré festejar junto a mi equipo, después que no tenía con quien contar, el pueblo coreaba mi nombre y festejó junto a mí en la llegada, pedir más seria demasiado ambicioso, así que por eso me convertí en un atleta olímpico.
Eloy Vázquez.