(Carmen 16).

Yo les daré por la boca y por el culo,
maricón Aurelio y sodomita Furio,
que consideraron, por la delicadeza
de mis versos, que soy impúdico.
Es adecuado que un poeta devoto sea
en sí mismo moral, pero de ningún modo
es necesario que lo sean sus versos;
que, de hecho, sólo tienen sal y encanto
si son delicados y desvergonzados,
y pueden provocar una picazón
no digo ya en los muchachos,
sino en los peludos viejos
que no pueden mover sus grasas.
Ustedes, que por haber leído lo de los muchos miles de besos,
¿me consideran un maricón?
Yo les daré por la boca y por el culo.
(Carmen 41).

Ameana, la muchacha cogida por todos,
me pide diez mil sestercios todos juntos,
esa muchacha de nariz tan fea,
amiga del malversador de Formias.
Parientes, que estáis al cuidado de la muchacha,
haced venir a médicos y amigos:
no está sana la chica, ni suele
preguntar cómo es al espejo.
(Carmen 42).

Vengan, endecasílabos, todos cuantos seáis,
de aquí y de allá, todos cuantos seáis.
Esta infame puta me ha tomado en chiste,
y dice que si lo toleráis,
no me devolverá mis tablillas.
Persigámosla y reclamemos.
¿Preguntáis quién es? Aquella que visteis
Caminar indecentemente, que, de manera desagradable
y como payaso, ríe con boca de perro gálico.
Rodeadla y reclamad:
«¡Puta inmunda, devuelve las tablillas!»
¿Que te importa un bledo? ¡Oh basura, mierda,
o si hay algo que pueda ser más inmundo!
Pero no hay que pensar que esto sea suficiente.
Si no se puede más que esto,
hagamos ruborizar esa férrea jeta de perra.
Gritad de nuevo con voz más fuerte:
«¡Puta inmunda, devuelve las tablillas,
devuelve, inmunda puta, las tablillas!».
Pero nada conseguimos, nada la inmuta.
Debéis cambiar el método y el tono,
y conseguir algo más quizás se pueda:
«¡casta y honrada, devuelve las tablillas!».
(Carmen 69).

No te admires de que ninguna mujer,
Rufo, debajo de ti quiera poner su tierno muslo,
ni siquiera si la seduces con el regalo de una tela extraordinaria
o con las delicadezas de una gema deslumbrante.
Te daña cierto rumor malvado en el que se dice
que un chivo feroz habita en el hueco de tus axilas.
Todos le temen; y no es sorprendente: pues es una bestia muy malvada
con la que ninguna bella muchacha irá a acostarse.
Por lo tanto destruye esa peste cruel de las narices
o deja de sorprenderte porque se escapen.
(Carmen 111).

Ana Laura, vivir satisfecha con un solo hombre
es la mayor gloria entre las más elevadas glorias de las esposas:
pero vale más para cualquier mujer acostarse con cualquiera
que, como tú, parir del tío primos hermanos de la madre.
(Carmen 97).

No he decidido, así me asistan los dioses, qué responder,
si a Emilio le olería la boca o el culo.
Ni está más limpia esta ni más sucio aquel,
pero sin embargo el culo es mejor y más limpio
pues no tiene dientes. La boca tiene dientes de un metro,
encías, por cierto, de carromato viejo,
sin contar con la risa que recuerda,
la vulva dilatada de una cabra que orina,
¿Este se acuesta con todas y se hace el encantador,
y no lo mandan al molino y al asno?
Y si alguna lo toca, ¿No pensaremos que ella puede
lamer el culo de un verdugo enfermo?
(Carmen 98)

A ti, si es que a alguien, se te puede decir, podrido Victio,
lo que se dice de los charlatanes y los tontos:
con esa lengua, si te llegara la oportunidad, podrías
lamer culos y sandalias de cuero barato.
Si quieres perdernos completamente a todos, Victio,
abre la boca: por completo conseguirás lo que deseas.
Catulo.